Siento mucho más tu muerte que mi vida.

Tú recuerdo se me clava en el corazón, tan fuerte, que no me deja ni respirar. Sigo intentando deducir los motivos de tu marcha, pero por mucho que lo intente, no lo comprendo. Dicen que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, y tu muerte me demostró cuanta verdad hay encerrada en esa frase. Daría todas mis palabras por volver a escuchar tu voz, y vendería mi sonrisa por hacerte reír de nuevo. A veces se me olvida toda esta historia y me levanto esperando verte esa misma tarde, pero al rato lo recuerdo todo y no puedo evitar que se me corra el rimmel. Se que no debería llorar, pero asumir que no volveré a verte se me hace imposible. No te lo merecías. Con quince años recién cumplidos nadie se merece algo así. Lo único de lo que me arrepiento es de no haberte dicho una última vez cuanto te quiero; me habría encantado despedirme de ti. Yo, por mi parte, te seguiré echando de menos cada día como si fuera el primero. Tú, por tu parte, descansa que te lo mereces.