Incapaz de provocar indiferencia.

Se sentía como Lady Madrid, con sus medias negras como la noche que la envolvía y el aire agitando su vestido corto alrededor de sus muslos. Corría por las calles de aquella preciosa ciudad en busca de algún gato digno de enroscarse alrededor de sus piernas, pero después de tanta lluvia estaban todos pasados por agua. Le pesaban las horas en los tacones y cada paso resonaba más que el anterior: no sabía pasar desapercibida. A pesar de todas las broncas recibidas, seguía mordiéndose los labios y arrancando un poco más de carmín con cada mordisco, apenas quedaba nada de aquel rojo pasión que la vio salir de casa. A la vez que el pintalabios, había ido perdiendo carisma con cada charco y confianza con cada gota que estropeaba su maquillaje; parece que las cosas no son tan fáciles.