"There is nothing to writing. All you do is sit down at a typewriter and bleed." - Ernest Hemingway

miércoles, 15 de agosto de 2012

Piensa quedarse hasta el fin.

Se movía como si el mundo fuera suyo. No era etérea, ni frágil, ni ninguna de esas gilipolleces que suelen decirse de las protagonistas de las novelas. Ella era... ella era. Así, sin más. Porque ella era en superlativo, en mayúsculas, negrita y subrayado. Y con eso bastaba. Pero, a pesar de ello, se creía invisible. Tan inútil como un lápiz de color blanco. Y lo triste es que no le faltaba razón: tenía algo... especial, quizás. Pero en la práctica era inservible. Como uno de esos cuadros que puedes pasarte horas mirando; bonito, pero colgado eternamente de una pared, sin más usos que el de admirarlo.
Por eso se rodeó de corazas metafóricas: distanciaba pensamientos y jamás se dejaba atrapar. Tenía el corazón demasiado rojo como para permitir que se lo tiñeran de gris. Pero las cosas nunca salen como se planean, y un (mal) día se sorprendió pensando que la distancia no importaba si detrás de los kilómetros él la esperaba. Lo malo es que él no estaba. Y el tono rojo de su corazón se fue apagando. Hasta se movía de forma distinta, como si solo una gran parte del mundo fuera suya. Como si todo le perteneciera... excepto él.
Y mientras intentaba localizarle cantaba para sí misma "you'll be the anchor that holds me, and I"ll be the wings that make you fly"... hasta que le encontró y él la ancló (en el buen sentido) y ella le hizo volar (de la mejor manera). Pero sus plumas estaban defectuosas y, tras coger altura, cayeron desde la estrella más alta. Y en plena caída ella pidió a gritos un rescate, pero él era un ancla... y la llevó directa al suelo. El golpe fue tan grande que quebró los huesos que unían las alas a su espalda, y se quedó sin nada que ofrecerle. Él, obviamente, se marchó sin decir si volvería. Y ella, tristemente, le esperó sabiendo que no olvidaría. Piensa quedarse hasta el fin (hasta que diga "no da para más").

1 comentario:

  1. Rara vez leo algo que... Me gusta tanto que he sentido que me contabas algo a mí..., algo de mí. Es tan romántico (en el sentido clásico) que por un momento creí que lo había escrito yo. Pero no: Es tuyo, muy tuyo; y es muy bueno, muy bueno.

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