"There is nothing to writing. All you do is sit down at a typewriter and bleed." - Ernest Hemingway

sábado, 3 de julio de 2010

Los días pasan, y son ajenos.



Sophie amanecía temprano todas las mañanas. No porque le gustase, si no porque se obligaba a tener una rutina. Cualquier excusa con tal de no pensar y de engañar a su cabeza haciéndola pensar que todo seguía igual que antes. Como iba diciendo, se levantaba temprano, se preparaba el desayuno y lo ingería lentamente sentada en la terraza, dejando que el sol acariciase sus pies. Ese era el único momento del día en el realmente podía estar tranquila, relajada: su corazón aún estaba desperezándose, todavía no funcionaba a pleno rendimiento. Degustó las últimas gotas de café de su taza de Starbucks y se levantó, rendida de antemano. En unos minutos empezaría la tortura diaria.



Se desliza suavemente por el parquet hasta el cuarto de baño, se apoya en el lavabo y se mira fijamente en el espejo. Las ojeras le llenan la cara como si le hubieran dado una paliza, y su pelo hace mucho que perdió aquel brillo suyo característico. Está empezando a sentir esa quemazón por dentro, ese vacío que lleva ahí tanto tiempo. Y no puede aguantarlo más. Parece increíble, pero después de diez meses y diecisiete días aún recuerda la forma exacta de su sonrisa y el brillo de sus ojos después de besarla. Siempre se dice a si misma que él era una de esas personas que no se olvidan fácilmente, que dejan huella, y que por eso le está costando tanto pasar página. Pero no es por eso, y en el fondo Sophie lo sabe perfectamente. Es porque él fue la única persona en el mundo capaz de hacerle sentir escalofríos en cada milímetro de su cuerpo. Solo él consiguió que ella llegara tarde a trabajar, cosa antes impensable. Por eso no puede olvidarle, sencillamente es incapaz. Cometió el error de construir su vida alrededor de él, y, ahora que él no está, es como si su vida se derrumbara.


Va hacia el salón y se sienta en el sofá. Un día más, no tiene absolutamente nada que hacer, ni la más mínima tarea. No debía haber permitido que la echaran del trabajo, pero en aquel momento no se dio cuenta de cómo se estaba comportando, no supo reaccionar. En realidad, puede que ni siquiera lo intentara. No recuerda nada de aquella época, cuando piensa en ella lo único que ve es una espiral gris, sin principio ni final, ni una sola acción concreta. Puede que por eso ahora no tenga trabajo, porque estuvo muerta un tiempo.

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