"There is nothing to writing. All you do is sit down at a typewriter and bleed." - Ernest Hemingway

martes, 14 de septiembre de 2010

Chica distraída busca bailarín vocacional.

Iba andando por la calle, distraída, como siempre. Apenas podía cargar con las carpetas y archivadores que su jefe le había dado aquella tarde y encima parecía que iba a llover, pero no quería coger un taxi. Lo que más le gustaba del camino a casa era pasar por delante de la escuela de danza, y verle salir de su última clase. Solía llevar una sudadera con capucha y lucía una sonrisa desgastada hasta que cruzaba la esquina, a partir de ahí ella perdía de vista la sudadera y sabía que la sonrisa desaparecía. No sabía su nombre, ni su edad, ni cuál era su color favorito, pero le gustaba verle salir de la escuela de danza. Fantaseaba con que un día él se fijara en ella y la sonrisa desgastada se convirtiera en sincera. Incluso un par de veces soñó que él se haría increíblemente famoso y ella podría ir a verle bailar en los mejores escenarios del mundo, y tendría un pase VIP para entrar en su camerino. Las tonterías de siempre. Ella nunca se acercaría a él, y por eso se llamaba cobarde a cada paso que daba. Aquel día no sería distinto, por mucho que lo deseara con todas sus fuerzas. Él debía estar a punto de salir, así que comenzó a controlar sus pasos calculando la velocidad perfecta para poder observarle. Se abrió la puerta, y tuvo que hacer un gran esfuerzo para ahogar los estridentes latidos de su corazón. Allí estaba, con sus rizos morenos tapándole la vista y sus andares de bailarín vocacional. Ella se había arreglado más ese día: llevaba su mejor vestido y se había puesto dos capas de rimmel. Nadie se fijaba en ella, pero tenía que estar preparada, por si acaso. Se fue perdiendo en sus ensoñaciones mientras le veía cruzar la calle, hasta que un gesto suyo hizo que sus latidos perdieran el compás y se atropellaran en su pecho. Se había girado. No sólo se había girado, sino que se había girado hacia ella. La había mirado. Acababa de posar su mirada por un instante sobre ella. ¡Se había percatado de su existencia! Pero siguió su camino y continuó andando hasta que sus pasos se perdieron detrás de aquella esquina. Al parecer fue un lapsus. Les suplicó a sus ventrículos que recuperaran la compostura y siguió andando, al fin y al cabo ella no tenía nada que ofrecerle a un posible bailarín de éxito. Continuó paso tras paso, fantaseando con él y su sonrisa desgastada, mientras pequeñas gotas de lluvia comenzaron a caer sobre su mejor vestido y sus dos capas de rimmel.

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