No quiero un amanecer, los quiero todos.

Cuando sentí tus labios en mi cuello ya era tarde para escapar de tus brazos. A la vez que yo giraba la cara tú sonreías, siempre te lo ponía tan fácil… Cuando por fin tuve tu boca delante de la mía comencé con el juego de siempre, ya sabes que me encanta provocarte. Si giras la cara hago que se te acelere la respiración, si te acercas a mi cuello consigues que me tiemblen las piernas. Ya no valían las palabras, nuestras lenguas se habían quedado mudas. Tus brazos continuaron su descenso por mi cintura mientras mis manos desabrochaban todos los botones que encontraban a su paso. Recuerdo que en ese momento me encantó especialmente notar como se aceleraba tu respiración, intentando seguir el ritmo de nuestros latidos. En ese instante de distracción retomaste la conquista de mi cuello, mientras a mi se me escapaba la mirada por la ventana… un amanecer más contigo.