Desapareció todo. Un día me comparaban con los unicornios que vomitan arcoiris en las vidas ñoñas de mis amigas, y al siguiente no podía levantar el cuerpo de la cama porque el simple vuelo de una partícula de polvo me deprimía. Admito que no me lo esperaba, y los golpes que no nos esperamos siempre son los más duros de recibir. Supongo que en realidad era obvio. Todas las señales e indicios apuntaban hacia la inevitable imposibilidad de dar rienda suelta a todas y cada una de mis desbordantes ensoñaciones. Pero ¿qué esperabas? ¿Qué renunciara sin más a una perfección reluciente solo porque las probabilidades estaban a uno contra ochomildoscientosveintiocho? Ni que no me conocieras. Sabes que yo me daría de golpes contra el muro de tu indiferencia cada mañana si hiciera falta. Y también sabes que, las pocas veces que decido luchar por algo, lo hago hasta el final. Y sé que el final lo impuse yo misma, pero considero absurdo andar ciegamente por un camino que terminará en abismo seguro. Por eso hizo falta arrebatar a los amaneceres sus mejores nubes, y por eso hace tanto frío últimamente. Por eso he aparcado la cámara hasta nuevo aviso, y he renegado de la autoestima que nunca tuve. Porque yo necesito tiempo, y aquí los recuerdos no hacen más que llegar de golpe. PUM.
Buah, fántastico tu blog y fántastica entrada;)
ResponderEliminarte sigo<3
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