Otro lunes más. Un nuevo día, el mismo sol, la misma mierda. Intentaré hablar sin mencionar lo único que no se me quita de la cabeza. Parece inútil. Por más que lo intento no funciona, no avanzo, no me muevo, ni siquiera lo entiendo. Valoro los daños y cada noche lo tengo más claro, estoy perdiendo el tiempo. Malgastando mi vida de la forma en la que juré no malgastar nada: esperando. ¿Esperando qué? Mejor dicho, ¿a quién? Porque no sé si esa persona va a volver. Dudo que lo haga. Pero yo sigo inmóvil, no vaya a ser que me pierda y, cuando por fin vuelva, no me encuentre. Si es que vuelve. Que no lo creo. Pero yo sigo aquí, por si acaso. Porque descubrí que la decisión de esperar no es voluntaria. Esperas porque sabes que se lo merece, independientemente de lo jodido y difícil que sea. Porque es tu única opción. Y a la mierda los que dicen que siempre hay otra opción, porque no es el caso. Me tragaré hasta mi orgullo si hace falta, pero seguiré viendo pasar los lunes, los días, y lo que sea necesario; todo con tal de volver a sentir algo.
Y, cuando me rompa, escuchar que mereció la pena.
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