"There is nothing to writing. All you do is sit down at a typewriter and bleed." - Ernest Hemingway

lunes, 22 de octubre de 2012

Lunes de octubre.


Que en realidad fui yo. Fue mi inherente inestabilidad la que torció del todo nuestra trayectoria astronómica, por eso terminamos estrellados en vez de contando estrellas. Que aunque me empeñara en arrancarte sonrisas tirando de tus comisuras con mis besos, lo único que conseguí fue desgastar tus labios. Supongo que me dejé llevar por el autoengaño, por todos aquellos finales felices que alimentaron mis últimos años y me hicieron pensar que, por tarde que fuera, todo saldría bien. Que lo que nunca había funcionado comenzaría a hacer sombra a todas esas historias que intentaron dejarnos atrás mediante prólogos y más paréntesis de los que nadie podría soportar.
Pero los puntos suspensivos, como todo, tienen un límite; y la suspensión continuada de toda acción que signifique algo no podía acarrear más que el final. Pero no un final de esos de película a los que estamos acostumbrados, con letras en cursiva que te hacen sentir que todo acabó como debía acabar. No. Me refiero a un final de mierda, que se repite más que el ajo y nos obliga a rebobinar nuestra última escena una y otra vez.
Pero, cuando llevas tanto tiempo escribiendo la última página, poner punto y final significa sentenciar a muerte las líneas más importantes de tu vida. Así que, aún a riesgo de ahorcarte con el próximo verbo, continúas escribiendo hasta que se te escapa la semántica e inundas de sandeces cada uno de los espacios existentes entre punto y punto suspensivo. Y unos cuantos meses después te ves incapaz de releer tu propia historia, porque ni tú le encuentras el sentido. Entonces, aún a riesgo de dejar fantásticas páginas llenas de estupideces sin redactar… pones un punto. 
Y nada más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario