Cuatro horas, cuarenta y cinco minutos, tres segundos.
Me he dado cuenta de que todo aquello que debería haber
olvidado sigue a flor de piel, y esos otros recuerdos que parecían importantes
se diluyeron sin más. He desconocido a mucha gente que creía conocer. He
fracasado, me he equivocado y he vuelto a fracasar. Me di cuenta de todo cuando
ya era tarde. Mi último domingo ha durado trescientos sesenta y seis días, y
durante todos ellos ha faltado algo. Siempre faltaba algo. Así que lo único que
puedo hacer es echarme a un lado y esperar que el puto karma se olvide de mí, y
que a la suerte que perdí le de por volver. Solo pido que nadie confunda miedo
con cobardía.
Supongo que el fin del año es el punto de inflexión que
todos necesitamos. En mi caso, la excusa perfecta para mandarlo todo a tomar
por culo. Este 31 de diciembre dejo atrás a todos aquellos que creen que vuelan
y solo se arrastran. He regalado el otoño, pero el invierno es mío. Y el resto
de mi vida también. Mi historia, una vez más, comienza en enero.
Cuatro horas, veintiocho minutos, cuarenta y dos segundos.
Me ha encantado.
ResponderEliminarEs un muy buen escrito.
Mis mejores deseos, feliz año.