Para
los demás siempre me estoy yendo. Por ti vuelvo.
Ni
podría olvidarte, ni quiero.
Lo único que importa es el porqué. Por
qué seguimos esperando. Por qué dejamos que pase el tiempo. Por qué no estás.
Por qué no he conseguido olvidar ni por
un puto segundo el sonido de tu risa (la de verdad, no la políticamente
correcta), cuando cualquier pez, por Dori que sea, tiene más memoria que yo.
Por qué tu sonrisa dejó una marca de dientes en mi ventrículo izquierdo, si la
que siempre mordía era yo. De verdad que no lo entiendo.
Dime por qué sigo esperando que aparezcas
en cualquier lado, sentado en cualquier banco o detrás de cada puerta, al final
de cualquier día. Por qué espero verte dentro de cada coche que aparca cerca de
mi casa o en cada mensaje que me llega, si ni siquiera sabes donde vivo y hace
meses que no me escribes. Por qué necesito que des ese paso definitivo que para
mí es imposible (porque si lo hiciera yo no tendría ni el más mínimo éxito, y
lo sabemos; la unilateralidad tiene el poder de destrozarme más que cualquier
signo de puntuación final).
Pero después de tanta ausencia de
respuestas no comprendo por qué cojones sigues haciendo acto de presencia cada
noche en mi cabeza como si nunca te hubieras ido. Sé que en realidad no lo has hecho.
Ninguno de los dos nos fuimos. Pero tampoco nos quedamos. Y eso justifica
levantarme cada día con ojeras y buscarte a cualquier hora en cualquier parte.
También me hace mirar hacia otro lado cada vez que alguien menciona tu nombre y
yo tengo que hacer como si te conociera, aunque me quede colgada como siempre
de tu inicial y no haga más que sumarle la mía mentalmente. Así de ñoña puedo
llegar a ser. Tanto como para pedir el mismo deseo cada vez que se me cae una
pestaña y no puedo evitar acordarme de las tuyas.
Lo he dicho mil veces, mi vida quedó en
paréntesis cuando nos pausamos. Sigo queriendo poner un punto y coma tras otro,
cerrar paréntesis y seguir escribiendo. Soy incapaz de dictar más finales. Pero
nos hemos quedado pillados en el mismo folio en blanco en el que no hay nada
más que un punto y aparte al que agarrarse. La cuestión es que no queda nada de toda aquella estupidez y egoísmo que precipitaron mi caída en picado; por suerte el tiempo no solo pasa para hacernos viejos, si no para enseñarnos algo. Ahora solo hace falta tener la oportunidad de redactar de nuevo, esta vez con mejor letra.
(Dicen que con las cinco letras con las
que se escribe tarde no se puede escribir ahora. Pero tu nombre tiene cinco
letras, y eso debería significar algo. Diga lo que diga el tiempo, me quedo
contigo.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario