Da igual el día que sea, que estemos a punto de acabar el año o que ya tengamos preparados los despropósitos del próximo aun habiéndonos saltado los anteriores a rajatabla. ¿De verdad tenemos que esperar a que sea la noche del 31 de diciembre para pensar si el 2014 valió la pena? Lo que no tuviste cojones de hacer hace ocho meses no lo harás mañana. Todo lo que has ido perdiendo este año no volverá dentro de unas horas. 2015 no nos va a salvar de nada. Pero eso no quiere decir que no pueda ser jodidamente genial. Por eso, por todo lo que podrá ser, yo me muero de ganas de que empiece enero. Que no todo van a ser sonrisas, está claro, pero estoy segura de que habrá muchas. Solo pido valor para tomar todas las decisiones que tengo pendientes y algo de coraje para llevar mi vida exactamente como quiero llevarla. Lo demás vendrá solo.
A los de siempre, gracias.
No sé cuántas horas, no sé cuántos minutos, no sé cuántos segundos...
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