Siempre tuve miedo a irme de aquí y
sentirme aun más lejana y vacía, a no encontrar jamás otro lugar en el que
poder sentirme como en casa. Resulta que solo necesitaba encontrar a una
persona que pudiera hacerme sentir que estoy justo donde tengo que estar. Él es
casa. Dan igual las circunstancias. Que sean las doce de la noche, las seis de
la mañana, las cinco de la tarde o que lleve veinticuatro horas sin dormir; ver
cómo se quita la ropa mientras le espero en la cama siempre será mi momento
favorito del día. Estemos donde estemos. Pero siempre juntos. Que ha llenado mi
vida de tulipanes en pleno invierno, y a su lado es imposible pasar frío. Y
sigo sin creérmelo. Benditas sean las coincidencias inevitables.
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