No nos engañemos, nunca hubo un nosotros.
Al principio tú escribías sobre lo que querías hacerme, yo sobre lo que me
hacías sentir. Después pasaste a hablar del daño que te hacía, y yo de la
angustia que tenía por vida desde que apareciste. El pleno apogeo llegó con el
impacto de mis circunstancias sobre tu volátil presencia, la colisión de tu desdén
sobre mi vulnerabilidad. La triste visión de la mitad de la historia cada uno
desde su lado de la pantalla, sin atisbos de profundidad más allá de la primera
persona (nunca en plural). Con el tiempo nos fuimos quedando en un tibio tú
sin mí y yo sin ti, con imposibilidad de nosotros. Siempre tú por tu lado
hablando de ti viviendo sin mí, solo (o acompañado); yo por mi lado hablando de
mí sobreviviéndote a ti, sola (o peor, mal acompañada). Lo nuestro siempre fue
singular, visión unilateral por partida doble de una historia que nunca fue del
todo tuya ni del todo mía, pero siempre será nuestra. Y esto no soy más que yo, desde mi lado, hablando de lo que queda de mí después de ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario